La existencia de una arquitectura tradicional propia de la comarca es uno de los aspectos en los que se percibe su fuerte identidad cultural.
Las viviendas existentes suelen ser de pequeño tamaño puesto que, debido a las cuestas y pendientes características del relieve de la comarca, en la mayoría de los pueblos no existen grandes espacios urbanos donde poder edificar grandes construcciones horizontales.
La típica casa riberana presenta una fachada de pared única ya que se sitúa junto a otras edificaciones adyacentes. Dos formas estéticas son muy características, pintada de blanco (antiguamente con cal) o con la mampostería de piedra al descubierto. Del segundo piso sobresale un gran balcón característicamente adornado con macetas de flores que protege de la lluvia a la puerta principal, inmediatamente debajo. Junto a ella suele haber un «poyo» o asiento. En algunos casos en lugar del balcón existe una ventana adornada con dos «morillos» o piedras a modo de alféizar.
Con el paso de los años el interior de las viviendas ha ido evolucionado hacia una disposición más moderna, pero en lo referente a la apariencia exterior, los pueblos con arquitectura tradicional definitoria buscan siempre mantener la estética de antaño para atraer el turismo.
Antiguamente el interior del primer piso de la casa estaba normalmente organizado por un «portal» o vestíbulo que daba acceso a las distintas estancias de este nivel. Dentro de este espacio se disponían la escalera y distintas puertas que daban acceso al comedor o sala de estar (evidente síntoma de modernización para aquella época) y a la cocina, con su despensa, en la que destacaba imponente una gran chimenea de campana que ocupaba la mitad de la estancia. También en la primera planta podía existir una cuadra para el burro o una bodega apenas sobre excavada. Ésta era y es todavía fácilmente perceptible desde la calle ya que siempre presenta una puerta de madera enrejada en su parte superior para permitir la aireación y ventilación del proceso de fermentación de la uva. Las paredes se hacían de mampuesto sobre mortero de cal, soportaban el peso de la vivienda con la ayuda de la viguería del techo. Todas las habitaciones eran encaladas por razones de habitabilidad e higiene.
Al subir a la planta superior existía un espacio parecido al «portal» (lo que hoy llamaríamos pasillo) desde el que entrábamos a una habitación con vistas a la calle por la fachada. En ella se colocaban una o dos «alcobas», camas separadas por unas cortinas y unos tabiques estrechos. Siguiendo la escalera se subía al «chilla» o «sobrao», un espacio diáfano que se utilizaba para almacenar la cosecha y/o los embutidos.
En el campo son muy característicos los chozos y las cortinas. Los chozos son construcciones abovedadas, de planta circular, que servían para refugiar de la lluvia a los pastores a los que les sorprendía en mitad del campo. Las cortinas, muy representativas del paisaje, son fincas de aprovechamiento agrícola y/o ganadero que están delimitadas por característicos muretes de piedra.